En febrero de 1995, el Escuadrón de Control del Vicio de la Policía realizó una redada en varias tiendas de discos de San Juan que vendían música “underground”, porque ésta supuestamente incitaba al sexo, a la violencia y al uso de drogas ilegales. En mayo de 2002, el Senado de Puerto Rico celebró unas vistas públicas, presididas por Velda González, en torno al “perreo”, el baile asociado al “underground”. Allí se denunció el contenido “indecente” y “pornográfico” de las letras de las canciones, las imágenes de los vídeos y el escándalo de bailar frotándose la parte trasera con otros cuerpos. Irónicamente, esa campaña de pánicos morales aumentó la popularidad de las prácticas musicales conocidas actualmente como “reggaetón”.
El admirable libro “Reggaeton”, editado por Raquel Z. Rivera, Wayne Marshall y Deborah Pacini Hernández (Durham, NC: Duke University Press, 2009), nos convoca a “leer” cuidadosamente este extraordinario fenómeno musical y social de nuestros tiempos. Como plantea Juan Flores en su prólogo, se trata quizás de la primera música verdaderamente transnacional o diaspórica. El “reggaetón” no puede trazarse a un solo punto de origen, como Jamaica, Panamá, Puerto Rico o Nueva York, como tampoco puede identificarse exclusivamente con un público latinoamericano, antillano o latino. Más bien, este género híbrido es un producto de la incesante circulación de personas, mercancías, prácticas e identidades entre el Caribe y Norteamérica.
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